De duquesas y damas

¿Quiere Ud. hacer un viaje al más puro ambiente de la España decimonónica, pero, acostumbrado ya al genial Ruiz Zafón o a la no menos preclara Julia Navarro, no se atreve a tragarse espantosos ladrillos como cualquiera de los Episodios Nacionales, Juanita la Larga, El escándalo, Pequeñeces, La regenta u otras noveluchas ejusdem furfuris?

¡Esta Ud. de suerte! No tiene más que abrir o consultar en Internet la última y vigente edición del DRAE para sumirse en un ambiente que para sí habrían querido la Pardo Bazán, Pereda o Fernán Caballero! ¿Que no se lo cree? Le daremos, para muestra y como para abrir boca, un botón. Pero conste que hay bastantes más en el muestrario que ya iremos sacando como en galdosiana mercería de Pontejos.

Lea Ud., verbigracia, el ejemplo que trae la 5.ª acepción del término pareja (‘Compañero o compañera en los bailes’): «En el baile de ayer fue mi pareja la duquesa». ¡Que quede claro que, aun en los albores del siglo XXI y por lo menos para los inquilinos e inquilinas del famoso caserón de rojo ladrillo con níveo frontón griego (¡dislate arquitectónico donde los haya!), somos un país en el que lo más normal que le puede pasar a cualquiera es bailar con un espécimen de la aristocracia! (Ahora se nos ocurre que pudo ser Jesús Aguirre, tan orgulloso duqueso consorte, quien suministrara el ejemplo tomándolo de lo vivo y del natural).

Pero si lo que desea es remontarse aún más allá, «ab alto ad altum», en busca de la España de las esencias —la imperial, la granítica, la escurialense—, lea el ejemplo con que, en este 2012 de nuestros pecados, sigue ilustrando la Docta Casa la 2.ª acepción del verbo vulnerar (‘Dañar, perjudicar’): «Con sus reticencias vulneró la honra de aquella dama». ¿No se siente ya en pleno siglo XVII, entre lindas tapadas, duelos ante la luz mortecina de una hornacina, médicos de sus honras, doncellas raptadas, dueñas celestinas y España y yo somos así, señora?

¡Y luego los supuestos custodios del idioma lanzan las campanas al vuelo y se creen el no va más de la modernidad por admitir tableta en su acepción informática!

¡Cosas veredes!

Pablo Herrero Hernández

6 comentarios

  1. Pasmadita me quedo.

  2. No es para menos. Ya somos por lo menos dos.
    Gracias por su comentario.

  3. Muchas gracias por el aprecio y la difusión, compañero Julio.

  4. Tronchante, me pirra, lo twiteo y lo comparto en facebook. Abrazo virtual

    1. Muchas gracias, Leonor, por la difusión. Parece mentira que aún gasten semejantes ejemplos a estas alturas. Un fuerte abrazo.

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