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Un par bien puesto

Nadie piense que vamos a hablar de banderillas, rehiletes o garapullos —que de todas estas maneras y tal vez de otras aún se llaman tales instrumentos de la tauromaquia, arte (¿?) de la que aborrecemos, y de la que únicamente apreciamos el rico caudal terminológico y expresivo que ha aportado al español—.

Queremos referirnos a dos pronombres, perfectamente manejados por una clienta argentina que, hace unos días, al requerir nuestros servicios profesionales de traducción, nos envió un correo electrónico en el que nos decía:

«…lo he llamado esta mañana para consultarle por una traducción […] Aquí le envío el documento a traducir…».

Ignoramos el nivel cultural y de estudios de nuestra comunicante, pero llevamos años sin ver en España empleado tan correctamente el lo en este contexto, incluso por parte de personas de elevado nivel cultural. Y el correo de nuestra comunicante es, sin pretenderlo, una lección diáfana sobre cuándo aplicar uno u otro de los dos pronombres.

Ante la secular cuestión sobre el uso correcto del le, del lo y del la en la lengua y las letras hispanas, nunca salimos de nuestro asombro. ¡Si es tan fácil!  ¡Cuántos hablantes de América podrían enseñarlo a tantos españoles que dicen, impertérritos, lindezas como «dila esto o lo otro» o «Se me ha caído un alfiler. Cógele»!

Pablo Herrero Hernández

Países con artículo y sin él

Nos permitimos transcribir seguidamente, con alguna leve adaptación y ampliación, una intervención nuestra en el foro profesional Transtopics, al hilo de la cuestión suscitada al respecto por la colega Susana Haake el 12 de noviembre de 2010.

Con independencia del uso del artículo en medios oficiales internacionales o de cada país, en el habla y en la escritura corrientes en español —particularmente en el mundo periodístico, que en gran medida marca forzosamente la pauta—, los artículos que hasta ahora acompañaban los nombres de determinados países están, a nuestro modo de ver, en franca regresión; algo que no dejamos de lamentar como una pérdida por el uso tradicional y clásico que en muchos casos ello constituía.

Algunos de ellos son o eran de procedencia castiza, que no foránea: es el caso del Perú (piénsese en el homónimo virreinato, aunque la designación geográfica de éste sobrepasara, con mucho, las fronteras del actual país), del Brasil, de la Argentina (éste posiblemente propiciado por ser el nombre del país, en realidad, un adjetivo, pero que sentimos oír cada vez menos en boca de los propios argentinos) o, ya en ámbitos geográficos no ibéricos, de la India, la China o el Japón; también del Líbano, posiblemente en este caso por las reminiscencias bíblicas del monte homónimo.

En países pertenecientes a otras áreas geográficas, el uso del artículo en español hasta tiempos relativamente recientes puede haber sido fruto de la influencia del francés, que como es sabido obliga al empleo del artículo —al igual que lo hace el italiano—, sobre todo en países con tradición francófona (el Canadá) o cuyo nombre, como tantas otras cosas, nos ha llegado a través del francés, nuestro cauce principal de contacto cultural con el resto del mundo hasta bien entrado el siglo XX.

Aunque somos defensores del uso de los artículos ya consagrados, en nuestra labor de traductor solemos distinguir: si el argumento es de actualidad, acostumbramos limitar su utilización a los iberoamericanos (Argentina, Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay), al Líbano, al Japón y a la India (el nombre de este último país —ignoramos en realidad por qué razón— se nos indigesta al leerlo sin artículo en las páginas de los periódicos, como si le faltara algo). Naturalmente, en textos de carácter histórico se impone, a nuestro juicio, hablar, por ejemplo, de la India y de la China.

Pablo Herrero Hernández